Según Vedanta, la paz es una condición interna, es algo que has de conquistar, implica un desafío mental, emocional y moral, que se ve reflejado en tu cotidianidad.
Más allá de entender lo que eres a nivel metafísico, de autoconocimiento, tienes que manejar una individualidad que tiene una historia, que implica deseos, aversiones, experiencias, traumas, carácter, etc. Por eso, el estudio de Vedanta es complementado con una serie de disciplinas: asana, meditación, aspectos devocionales, rituales, que son innumerables. Dentro de ellas, las que disciplinan la mente y la emociones puede que sean las más valiosas y las más difíciles, porque para internalizar ese autoconocimiento es necesario que la mente tenga un equilibrio relativo. Aunque también lo más difícil, suele ser más liberador.
Es muy común en nuestra sociedad aprender desde pequeños a ver las emociones como defectos o dolencias. Para algunos, la espiritualidad es una forma de acabar con las emociones y desentenderse de ellas, parece que con la espiritualidad las puedas eliminar. Es una gran equivocación pensar algo así, pensar que una persona espiritual es alguien sin deseos, sin emociones, que no se enfada, porque está por encima de todo eso. Esta manera de pensar sólo cabe en una mente llena de falacias e ignorancia. Realmente, las personas espirituales son sencillas, simples, con deseos como todo el mundo, te enseñan a aprender a vivir contigo mismo y a entender que esas emociones que surgen en cada uno de nosotros no están fuera de lugar, están dentro de un orden y tienen un propósito.
Es normal que no quieras afrontar algunas emociones, porque ante la rabia o la ira, puedes destruir cosas, relaciones, momentos, etc.. Por ejemplo, cuando en una relación esas emociones no se expresan bien en un momento de furia o de falta de claridad, eso no quiere decir que tengas que eliminar esa emoción, sino aprender que hacer con ella, saber gestionarla.
Comienza por deshacerte de la idea de que las emociones son un monstruo, sino que más bien tienen un propósito. Por ejemplo, si alguien traspasa tus límites y no los respeta, sientes rabia y has de usarla para poder restablecerlos, porque si no la expresas de manera adecuada y proporcional y te la quedas dentro, sin comunicar como te sientes por esa situación, tu eres la primera persona perjudicada y la otra persona tampoco se entera y no aprende.
Acercarte al autoconocimiento requiere una mente receptiva y en paz, es necesario acondicionar la mente para lidiar con las emociones, aprendiendo más sobre ti, con una transformación efectiva que te permita crecer. Y es por medio de la madurez, la inteligencia y la gestión emocional, que te confiere la capacidad de ser empático, reflexivo, asertivo y hábil a la hora de resolver conflictos, como vas a conseguir lograr esa calma y armonía mental. La madurez emocional es una inversión cotidiana, es un despertar continuado hacia uno mismo y hacia los demás.
En próximas entradas comentaré los diferentes elementos para desarrollar esa madurez emocional. ¡Estad atentos al blog! HARI OM TAT SAT