En este comienzo de un nuevo año quiero hacerte una sencilla y a la vez gran propuesta.
Te va a servir para frenar el, muchas veces trepidante, ritmo de vida que llevamos sin darnos cuenta. Consiste en hacer varias pausas a lo largo del día para desarrollar consciencia sobre lo que estás viviendo, la manera en la que te relacionas con ello y las sensaciones o reacciones que provoca en ti.
Es algo que puedes hacer simplemente en cualquier momento del día, asociándolo a algún hecho en concreto (una alarma que activas, antes de hacer una determinada actividad, antes de contestar un mensaje que has recibido, etc.). También es muy útil si lo aplicas cuando una situación te desborda por la razón que sea, puede ser en el instante que sucede o más tarde, revisándola, pero sin alimentarla. ¡Vamos a ello!
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Paras y te detienes para observar tus pensamientos, sobre todo en el caso de algo que te haga sentir mal, trata de hacerlo de manera imparcial, sin dejarte atrapar por ellos.
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Respira lenta y profundamente tres o cuatro veces, alargando bien la expulsión.
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Observa si hay alguna zona de tu cuerpo más incómoda, tensa, dolorida, inquieta, con calor, etc. y, si es así acaríciala mentalmente para suavizarla, de manera que te sientas reconfortado.
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Una vez que se ha calmado, vuelves a la respiración y permaneces unos instantes observándola, sin intentar dirigirla ni cambiarla. Simplemente, deja que tu atención repose en ella.
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Regresarás a la tarea que dejaste en pausa, con una actitud más consciente y serena.
Una forma abreviada es tan sencilla como: PARAR, RESPIRAR y OBSERVAR.
No hacen falta motivos para realizar estas pausas renovadoras cada cierto tiempo a lo largo de la jornada. ¡Tu bienestar, tu paz, tu felicidad aumentarán y lo notarás cada día!